Si visitas hogares de personas de diferentes edades, te das cuenta como han ido cambiando las modas a lo largo del tiempo. De los techos altísimos, ventanales de madera encastrados y paredes exageradamente anchas, hemos pasado a techos tan bajos que si pones una lampara de techo mayor que palmo y medio, puedes acabar golpeándote la cabeza, ventanales de aluminio muy delgados de medio cuerpo o de cuerpo entero que cuando te apoyas, tienes la impresión de que te vas a caer a la calle y paredes de papel que casi puedes ver al vecino (oírlo ya lo oyes como si estuviera en tu casa).
El paso de grandes cortinajes a estores que se limitan al tamaño de la ventana o a persianas regulables y abatibles ha sido una evolución curiosa, aunque no menos que la de los sofás y derivados con los pasos intermedios desde el de orejeras al sofá con masaje vibrador.
Las paredes tampoco se han salvado. Del papel pintado al estucado o de la gota al liso con paredes de distintos colores, han habido modos y maneras diferentes de mostrar la personalidad del propietario de la vivienda. El que le gusta el estilo rustico, con simulaciones de vigas de madera en los techos o el medieval con simulaciones de antorchas en las paredes, hasta el minimalista con habitaciones casi vacías y con solo un par de detalles en la habitación.
Hay quien tiene el dinero suficiente como para tener una casa propia en vez de un piso y ademas tiene el suficiente espacio para tener un pequeño jardín. El jardín también dice mucho de su propietario. Un jardín huerta o un jardín Zen de arena, nos indican una mentalidad práctica o una estética.
Lo que no ha cambiado mucho, han sido los propietarios… En la mayoria de los casos siguen siendo los bancos. La demostración es evidente; aún en el caso de echarte de tu casa por falta de pago, sigues debiendo dinero al banco. La única explicación posible para que esto ocurra, es que la vivienda ha sido siempre del banco y a ti te toca pagar un préstamo que pediste porque, según parece, te dio la gana pedirlo.