Todas las personas tenemos nuestra propia banda sonora. Desde la prehistoria ha sido así, la diferencia estriba en que en este último siglo, la gente ha tenido acceso a tanta música diferente tanto clásica como moderna que la banda sonora personal de cada uno, llega a tener casi una canción para cada situación o cada periodo vital.
Tenemos canciones infantiles, canciones en nuestra escuela o en el instituto, canciones cuando vamos de fiesta con nuestros amigos, e incluso canciones dedicadas a grandes eventos sociales sucedidos en nuestro pais. Tenemos una canción especial para cada pareja con la que estamos o hemos estado. Canciones que escuchábamos cuando íbamos a bailar o a un concierto. Canciones para cuando estamos alegres, tristes o melancólicos. Canciones en nuestras consolas de juegos, en nuestras bodas, en la crisis, en la enfermedad o incluso en la muerte propia o ajena.
Toda esa amalgama de canciones conforman la banda sonora de nuestra propia vida, el escucharlas nos hace recordar situaciones, sentimientos o las vinculamos a experiencias vitales.
No hace mucho hable con una persona que acababa de superar un cáncer y que durante las sesiones de quimioterapia escuchaba algunas canciones que le gustaban. Después de haber superado el cáncer, no ha podido volver a escucharlas porque le recordaban el malestar y el sufrimiento que padeció.
Es una lastima que canciones que formaban parte de una época positiva de su vida, debido a la enfermedad, se hayan convertido en la banda sonora de una parte desagradable de ella.